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- Wifredo el Velloso (también conocido como Wilfredo, Vilfredo, Guifredo o Guilfredo; en catalán, "Guifré el Pilós") (840-897), hijo de Sunifredo de Urgel, fue conde de Urgel y de la Cerdaña (868/70-897), de Barcelona y Gerona (878-897) y de Osona (886-897) de facto, si bien de iure no lo fue hasta el 878.
Wifredo pertenecía a un linaje hispanogodo de las inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón francés. Conde de Urgel y Cerdaña en 870, recibió en el año 878 los condados de Barcelona, Gerona y Besalú de los reyes carolingios. Su gobierno coincidió con un periodo de crisis que llevó a la fragmentación del Imperio carolingio en principados feudales.
Wifredo fue el último conde de Barcelona designado por la monarquía franca y el primero que legó sus estados a sus hijos. A partir de entonces, los condados se transmitieron por herencia y los reyes francos simplemente sancionaron la transmisión. De esta forma, se crea la base patrimonial de la casa condal de Barcelona.
A la figura de Wifredo hay que atribuir la independencia de facto de los condados catalanes respecto del reino franco y la creación de una extensa base patrimonial. Una de sus acciones más relevantes fue la repoblación de la plana de Vich (878-881), una extensa tierra de nadie situada entre los dominios carolingios y los musulmanes, que posteriormente se convertiría en el Condado de Osona. Allí fundó los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas, y restauró el obispado de Vich.
Orígenes familiares
La leyenda lo hace hijo del conde Wifredo de Ria,1 caballero de la villa homónima, situada cerca de Prades en el condado de Conflent, uno de los condados de la Septimania bajo soberanía franca, y vengador del asesinato de su padre por el conde Salomón, al cual Wifredo el Velloso supuestamente dio muerte.
A partir de los estudios de los monjes benedictinos dom De Vic y dom Vaissete, autores de la Histoire générale de Languedoc,2 se considera que Wifredo era en realidad hijo de Sunifredo de Urgel, un noble hispanogodo, nombrado conde de Urgel y de Cerdaña en 834 por el emperador Luis el Piadoso, y de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona en 844 por el rey franco Carlos el Calvo.
Desde los estudios de Ramón de Abadal, algunos autores consideran a Wifredo miembro del linaje de los bellónidas, ya que, según Abadal,3 Sunifredo era hijo de Bellón I de Carcasona, que habría sido el primer conde de Carcasona en tiempos de Carlomagno. Otros autores, en cambio, defienden la hipótesis de que era descendiente de Bellón por vía materna, mientras que por vía paterna lo era del conde Borrell de Osona.4
En las luchas dinásticas surgidas en el Imperio franco tras la muerte de Luis el Piadoso (840) y del Tratado de Verdún (842-843), el conde Bernardo de Septimania, conde de Barcelona y Gerona (825-832 y 835-844), Narbona, Besiers, Agde, Magalona y Nimes (828-832 y 835-844) y de Tolosa (835-844) va a alinearse con Pipino II de Aquitania, en tanto que los bellónidas se mantenían fieles a Carlos el Calvo. En 844, tras haberse apoderado de Tolosa, Carlos capturó a Bernardo y lo hizo ejecutar. En recompensa a la fidelidad a la corona, tras la ejecución de Bernardo, Carlos el Calvo concedió los condados de Barcelona, Gerona, Narbona, Nimes, Agde, Besiers y Magalona a Sunifredo de Urgel y Cerdaña.
Sin embargo, en 848, Guillermo de Tolosa, hijo de Bernardo de Septimania, nombrado conde de Barcelona por Pipino II, se apoderó de este condado y del de Ampurias. Es probable que los condes Sunifredo de Urgel-Cerdaña-Barcelona y Suniario I de Ampurias, que habían permanecido leales a Carlos el Calvo, muriesen en estas luchas.5
Las investiduras condales
Las investiduras, por parte de Carlos el Calvo en 870, de Wifredo el Velloso como conde de Urgel y Cerdaña y de su hermano Miró para el cargo condal de Conflent se inscriben en la reanudación de los bellónidas, iniciada en 862 con el nombramiento de los hermanos Delá y Suñer II, hijos de Suñer I de Ampurias y Rosellón y primos hermanos de Wifredo y Miró, como condes de Ampurias.
En junio de 870, en la asamblea de Attigny, y habiendo muerto el conde Salomón de Urgel, Cerdaña y Conflent, el joven Wifredo recibió estos honores del rey Carlos el Calvo. El Conflent lo cedió a su hermano Miró (conocido por Miró el Viejo).
Rebelado Bernardo de Gothia, conde de Barcelona, Rosellón, Narbona, Agde, Besiers, Magalona y Nimes, contra Carlos el Calvo, Wifredo el Velloso, ayudado por su hermanos Miró de Conflent y Sunifredo (después abad de Arlés), y por el vizconde de Narbona Lindoí, que se pusieron del lado de Carlos y después del de su hijo, Luis el Tartamudo, avanzaron por la Septimania donde eliminaron por la fuerza a los nobles fieles a Bernardo (como el obispo Sigebuto de Narbona), y expulsaron de sus iglesias a los sacerdotes que no les eran partidarios. Esto debió de ocurrir a comienzos del año 878, quizás en marzo y abril. La rebelión de Bernardo se hundió. En agosto, el concilio de Troyes, presidido por el papa Juan VIII y por el rey Luís el Tartamudo tomó decisiones religiosas y políticas. En este concilio estarían presentes Wifredo el Velloso de Urgel y Cerdaña, Miró de Conflent, Suñer II de Ampurias y Oliba II de Carcasona como personalidades políticas, y los obispos de Elna, Gerona, Barcelona y Urgel como principales personalidades eclesiásticas de la Gothia. El 11 de septiembre de 878 Bernardo fue declarado desposeído de sus honores, los cuales serían repartidos. En el reparto, Wifredo el Velloso fue investido conde de Barcelona, Osona, Gerona y Besalú. Los condados de Narbona, de Besiers y de Agde, hasta entonces vinculados al de Barcelona quedan separados. Su hermano Miró de Conflent recibió el condado de Rosellón. Wifredo cedió la administración de Besalú a su hermano Radulfo (878-920). Sunifredo será abad de Arlés y Riculfo obispo de Elna.
La intervención en Osona
Tras las investiduras de 878, los dominios de Wifredo abarcaban tanto el área montañosa —Urgel y Cerdaña— como la marítima —Barcelona y Gerona—. Durante todo el siglo IX, excepto en el breve periodo de Sunifredo (844-848), el padre de Wifredo, como conde de Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona y Narbona, estas dos zonas se habían mantenido separadas, regidas siempre por condes diferentes. En gran parte, porque impedía la comunicación entre ellas el espacio vacío central configurado por las actuales comarcas de Ripollés, el Valle de Lord, Bergadá, Llusanés, la Plana de Vic, Moyanés, las Guillerías y Bages, territorio despoblado a raíz de los desórdenes de la sublevación de Aizón.
En esta área vacía, se registra una fuerte corriente de inmigración procedente de las comarcas pirenaicas —Pallars, Urgel y Cerdaña— a finales del siglo IX. Tras casi dos siglos, desde los inicios de la crisis de la monarquía visigoda hasta el fin del poder carolingio, de haber acogido a los que abandonaban las llanuras a causa de los riesgos de la inestabilidad política, ahora las tierras de alta montaña habían llegado a padecer superpoblación. Por esto, a mucha gente no le quedó otro remedio que intentar establecerse en las tierras bajas.
Ante esta situación, Wifredo el Velloso, cuyos condados rodeaban toda esta área de nueva población, intervino en la zona para canalizar la colonización. Nombra veguers para delimitar las áreas de colonización y los núcleos de poblamiento, así como también integra este territorio dentro de las estructuras condales. En un principio, cuando las características y situación de la zona lo permitían, Wifredo anexionó las áreas repobladas a un condado ya existente: Vall de Lord fue incluido dentro del condado de Urgel, y el pagus de Berga —el actual Bergadá— en el condado de Cerdaña. Ahora bien, la región central del Ripollés, Plana de Vic, Llusanés y las Guillerías configuraban un territorio tradicionalmente estructurado alrededor de la ciudad de Ausona con una tradición étnica propia —era la antiguo país de los ausetanos—. Por esto, Wifredo crea un distrito propio, el condado de Osona, dónde también fueron incluidas las tierras del Moianés y Bages, las cuales, a pesar de tener un núcleo tradicional —la ciudad de Manresa— y también una personalidad histórica derivada de haber sido el país de los lacetanos, por su situación de primera línea de frontera con el islam y por su escaso poblamiento, no tenían la suficiente entidad como para estructurar una demarcación específica; de aquí el valor meramente geográfico y nunca jurídico de la expresión condado de Manresa, frecuente en los documentos. Al nuevo condado de Osona, Wifredo, habiéndose reservado el cargo de conde, en 885 nombra un vizconde, con la misión de ejercer las funciones condales en ausencia del conde.
En la vertiente eclesiástica, hizo falta integrar la red de parroquias, erigidas a menudo por los mismos colonos, dentro de la jerarquía episcopal. A consecuencia de su proximidad geográfica, las parroquias del Bergadá y las de Vall de Lord fueron incluidas dentro de la diócesis de Urgel. Ahora bien, en el área central fue necesario restaurar el de obispado de Osona (Ausona), ciudad destruida por la invasión musulmana del siglo VIII. En 886, Wifredo el Velloso consiguió del arzobispo de Narbona, metropolitano de los obispados sur-pirenaicos, el restablecimiento de la diócesis y la consagración episcopal del arcipreste Gotmar. El nuevo obispo hizo erigir la nueva catedral fuera del recinto de Ausona —una ciudad abandonada y en ruinas, debido a las destrucciones provocadas primero por los musulmanes y, después, por la sublevación de Aizón— y la situó en un nuevo núcleo de población, próximo a la antigua ciudad, un vecindario (vicus en latín), origen de la actual Vich.
Dentro de la reorganización eclesiástica de la nueva región, Wifredo fundó los monasterios de Santa María de Ripoll (880) y de San Juan de las Abadesas (885), dotados no solo de tierras sino también de derechos públicos y privilegios jurídicos. Así, Ripoll recibió los beneficios de los servicios reales debidos por los habitantes de Estiula y Ordina, de las pesqueries del Ter y del Freser, así como también un tercio del impuesto del mercado, y, además, el monasterio fue declarado exento de la jurisdicción de los tribunales condales en materia de homicidios, raptos y otros delitos, al tiempo que a los monjes les fue reconocido el derecho de elegir libremente su abad según la regla de San Benito. El monasterio —femenino— de San Juan recibió, además de grandes latifundios, el castillo de Montgrony con su término y su iglesia. Por su parte, en 899, Emma, hija de Wifredo el Velloso, nombrada abadesa de San Juan a instancias de su padre, consiguió del rey Carlos el Simple un privilegio de inmunidad respecto del gobierno de los condes para la abadesa y el cenobio, puestos bajo exclusiva jurisdicción real; y en 913, obligar, en virtud de una sentencia judicial, a los habitantes del valle de Sant Joan a reconocer la propiedad monacal sobre las tierras que ocupaban. Emma, después de haber ganado un pleito contra su hermano, el conde Miró de Cerdaña, consiguió afirmar la jurisdicción abacial, excluyendo a los pobladores de los alrededores de prestar servicios reales al conde.
La crisis de la monarquía carolingia
Muerto Luis el Tartamudo (879), el reino franco se divide entre sus hijos, los dos menores de edad: Luis III recibió Neustria, Austrasia y Lorena, en tanto que Carlomán recibía Borgoña, Aquitania, Septimania y los condados sur-pirenaicos.
El vacío de poder causado por esta sucesión se agrava por las muertes sucesivas de Luis III (882) y de Carlomán (884). A causa de los difíciles momentos que pasaba el reino debidos a los continuos ataques de los normandos contra las costas atlánticas, se descartó entronizar a Carlos el Simple —hijo póstumo de Luis el Tartamudo, de solo cinco años de edad— y, por tanto buscar un monarca capaz de hacer frente a los invasores escandinavos. En la asamblea de Ponthion (885) los magnates francos optaron por ofrecer la corona al hijo de Luis el Germánico, Carlos el Gordo, rey de Germania coronado emperador por el Papa en 881. Todo el territorio carolingio quedaba, pues, de nuevo bajo el dominio de un único soberano.
Aun así, Carlos el Gordo enseguida demostró que no tenía el temple de su abuelo Luis el Piadoso ni, menos aún, el de su bisabuelo: ante el asedio en París por los normandos entre noviembre de 885 y octubre de 886, Carlos solo fue capaz de comprar la retirada a cambio de pagarles un tributo. Además, en la Francia oriental, tampoco pudo dominar las revueltas de Franconia, Sajonia, Turingia, Baviera y Suabia. Por todo esto, en 887 Carlos fue destronado.
Tras el fallecimiento de Carlos el Gordo (888), acontecido en medio de la indiferencia y el olvido general, el sistema carolingio se encaminaba hacia su desaparición. En la Francia oriental, la dinastía parecía poder tener alguna continuidad con el sobrino de Carlos, Arnulfo, hijo ilegítimo de Carlomán de Baviera, proclamado rey de Germania en 887, en revuelta contra su tío, y, pese a su condición de bastardo, coronado emperador por el Papa en 896. Ahora bien, a la muerte de Luis el Niño (899-911), hijo y sucesor de Arnulfo de Germania, los nobles alemanes eligieron rey a Conrado, duque de Franconia, ajeno a la dinastía carolingia la cual ya no volvió a reinar nunca jamás en Germania. Por su parte, en Italia, el destronamiento de Carlos el Gordo (887) inició un proceso de luchas entre los magnates, los cuales consiguieron además convertir el Papado en un instrumento de sus propósitos imponiendo pontífices serviles y de baja condición moral. Finalmente, en la Francia occidental, la persistencia, debido a la vergonzosa capitulación de Carlos el Gordo, de los ataques normandos planteó de nuevo la necesidad de encontrar un monarca con dotes de caudillo militar. En 888, ignorando nuevamente los posibles derechos de Carlos el Simple, los nobles eligieron rey a Eudes, conde de París, que no pertenecía a la estirpe carolingia, rompiendo así el principio de legitimidad.
Los condes de la Marca Hispánica y la crisis carolingia
Siguiendo la tradición de los condes de ascendencia visigoda6 —Wifredo el Velloso, Miró de Rosellón-Conflent y los condes de Ampurias Dela y Suñer II— mantuvieron su fidelidad a los monarcas carolingios Carlomán (879-884) y Carlos el Gordo (885-888), tal y como lo testimonian la visita a la corte real de 881 llevada a cabo por los jerarcas catalanes para solicitar privilegios, y el precepto otorgado en 886 por Carlos el Gordo a Teotario, obispo de Gerona. Ahora bien, esta lealtad de los condes de la Marca toma, tras muerte de Luis el Tartamudo, un carácter pasivo. Los condes, si bien no se alzaron nunca contra los reyes carolingios, evitaron implicarse en las luchas del reino. En 879, Luis III y Carlomán marcharon contra Bosón, autoproclamado rey de Provenza, título privativo de los descendientes de Carlomagno. Los condes se declararon a favor de Carlomán pero no se unieron a la expedición, actitud bastante diferente de la decidida y firme actuación, solo dos años atrás, de Wifredo y Miró en Septimania contra los seguidores de Bernardo de Gothia. Igualmente, los jerarcas sur-pirenaicos no asistieron a la asamblea de Ponthion (885) puesto que, para ellos, los ataques normandos representaban una cuestión ajena y lejana.
Por todo esto, los condes de la Marca Hispánica rechazaron, en un primer momento, al rey intruso Odón (888-898) pero tampoco se alzaron contra el usurpador en defensa de los derechos del carolingio Carlos el Simple. A su vez Odón, absorbido por las luchas contra los normandos, no pudo llevar a cabo ninguna actuación política en el sur del reino, aun cuando, al final, hubo un cierto acercamiento de los condes hacia este rey, debido a la crisis eclesiástica motivada por el actuación irregular del presbítero Esclua.
En 886, aprovechando la ausencia del arzobispo Teodardo de Narbona, el clérigo Esclua fue a Gascuña y se hizo consagrar obispo de Urgel, diócesis de dónde, por instigación del conde Ramón I de Pallars-Ribagorza y con la aprobación tácita de Wifredo el Velloso, conde de Urgel, expulsa al obispo titular Ingoberto. La situación se complica, cuando Esclua pretende proclamarse metropolitano de la Tarraconense, sustrayendo así las diócesis carolingias hispánicas de la obediencia de Narbona. Con esta condición de metropolitano, el obispo intruso de Urgel intervino en el contencioso creado en 887, cuando los condes Dela y Suñer II de Ampurias rechazaron a Servus Dei, clérigo consagrado obispo de Gerona por el metropolitano Teodardo de Narbona, de acuerdo con Wifredo el Velloso. Accediendo a las peticiones de los condes ampurianos, Esclua consagró, con la colaboración de los obispos de Barcelona y Vich, a un nuevo obispo de Gerona en la persona de Eremir. En 889 Servus Dei tuvo que refugiarse en el monasterio de Bañolas. Por otra parte, en 888, Esclua recompensó a Ramón I (le debía su acceso a la sede de Urgel) con la erección del obispado de Pallars, al tiempo que, para asegurarse el apoyo de Suñer y Dela, se dispone a restablecer la antigua sede de Ampurias, existente hasta la invasión musulmana.
Si en un primer momento, Wifredo el Velloso toleró el destronamiento de Ingoberto —parece que no había una relación demasiado buena entre ambos—, ahora, por su amistad con Teodardo de Narbona, no podía admitir las pretensiones metropolitanas de Esclua. Además, por el interés de los condes en la existencia de sedes episcopales en sus dominios, para controlarlas situando familiares próximos o negociando la concesión a cambio de contrapartidas políticas o económicas (de aquí la actuación de Ramón I y de Dela y Suñer II en todo este asunto), Wifredo no podía permitir la elección de unos nuevos obispados —Pallars y Ampurias— constituidos recortando el territorio de diócesis situadas en sus condados de Urgel y Gerona. Por todo esto, ahora Wifredo se declara en contra de Esclua y a favor de Teodardo y de los obispos destituidos, Ingoberto y Servus Dei.
Ante esta situación, los condes de Ampurias creyeron conveniente acercarse a Odón y reconocerlo como rey incluso aunque fuera un intruso. En 889 el conde Suñer II y el obispo Eremir acudieron a Orleans, a la corte de Odón y obtuvieron unos preceptos que, en el condado de Osona, incluían una serie de donaciones reales a favor del obispado claramente lesivas para Wifredo el Velloso. Fortalecidos, pues, por esta aprobación real, Suñer y Dela ocuparon el condado de Gerona, calculando que Odón les podría conceder la investidura. En estas circunstancias, Teotardo también decidió acercarse a Odón, de quien obtuvo un precepto de protección real para la archidiócesis de Narbona. Aprovechando la reconciliación del obispo Gotmar de Vich con Wifredo, Teotardo pudo convocar, en 890, en Port —localidad próxima a Nimes— un concilio con la asistencia de los arzobispos metropolitanos de Arlés, Aix-en-Provence, Embrun, Apt y Marsella como también de los titulares de diócesis sufragáneas de Narbona: Nimes, Carcasona, Albi, Uzès, Magalona, Agda, Besiers, Tolosa, Lodève, Elna y Vich. En este concilio, dónde se formuló una condena a las usurpaciones de Urgel y Gerona, el obispo Gotmar de Vich se declara arrepentido de haber colaborado con Frodoí de Barcelona y Esclua en la consagración anticanónica de Eremir, y obtuvo el perdón de los padres conciliares, con el encargo de comunicar las resoluciones sinodales a Suñer II de Ampurias.
La crisis eclesiástica se cerró definitivamente con un nuevo sínodo en Urgel (892) dónde Esclua y Eremir, obligados a comparecer, serían desposeídos formalmente de las sedes que ocupaban, las cuales fueron restituidas a sus legítimos titulares. El obispo Frodoí de Barcelona conservó la mitra solo porque obtuvo el perdón del arzobispo Teotardo. De todo el asunto, solo sobrevivió, temporalmente, el obispado de Pallars. En 911 se reconoció que esta diócesis, subsistiría solo en vida de su titular Adolfo. Aun así, Atón, hijo del conde Ramón I consiguió suceder a Adolfo y regir el obispado hasta su muerte, el 949. En ese momento, la diócesis pallaresa se extinguió y sus parroquias fueron reintegradas al obispado de Urgel.
El asunto Esclua es un testimonio de la pérdida del control de la situación en las regiones meridionales del reino por parte de la monarquía franca a finales del siglo IX. De una parte, en el sur de los Pirineos los únicos condes que reconocieron a Odón como rey fueron los de Ampurias y nada más por su interés en afirmar la situación de Eremir como obispo de Gerona. Wifredo el Velloso, Mirón de Rosellón-Conflent y Ramón I de Pallars no hicieron ningún acto de acatamiento a este monarca, de ahí que no recibieran nunca ningún precepto real. Se permitieron, por tanto, mantener una actitud de rechazo hacia un soberano al que consideraban ilegítimo. Por otra parte, en toda esta crisis, los monarcas —tanto el carolingio Carlos el Gordo (885-888) como el intruso Odón (888-898)— mantuvieron una actitud pasiva, inconcebible en tiempos de Luis el Tartamudo y sus predecesores —Carlos el Calvo, Luis el Piadoso, Carlomagno y Pipino el Breve—. Estos soberanos, de haberse encontrado con un asunto de estas características, habrían actuado enérgicamente enviando una comisión de missi dominici a resolver el problema. En cambio, Carlos el Gordo no tomó ninguna medida ante las deposiciones contra derecho de Ingoberto de Urgel (886) y Servus Dei de Gerona (887), y, a su vez, Odón mantuvo una actitud incoherente concediendo privilegios primero a Eremir (889) y, después, a su rival Teotardo (890). Para Odón, conceder privilegios a todo aquel que acudía a su corte era un medio para conseguir ser reconocido como rey, y no una actuación orientada a resolver la crisis, superada, por lo tanto, gracias a la actuación no tanto del monarca sino de los poderes eclesiásticos y civiles de la región mediante los concilios provinciales de Port (890) y Urgel (892) dónde la ausencia de delegados del soberano permitió el destronamiento de Eremir, así como de los preceptos reales que había obtenido en 889.
La muerte de Wifredo
Hacia 883 u 884 los musulmanes se sintieron amenazados por la expansión de Wifredo el Velloso, quien estableció posiciones (Cardona por ejemplo) en Osona, en Bergadá y en el Valle de Lord (y algunos puestos avanzados en el Valle de Cervelló en el sur del río Llobregat). La frontera del condado pasaba al norte de Solsona seguramente por Besora, Tantallatge y Correà; la de Berga, por Sorba, Gargalla y Serrateix; y la de Osona, por Cardona, Manresa y Montserrat. Por todo ello, la ciudad de Lérida fue fortificada por los Banu Qasi. Wifredo vio esto como una provocación y atacó la ciudad gobernada por el valí (gobernador) de la familia de los Banu Qasi, Ismail ibn Musa. El ataque no salió bien. El historiador Ibn al-Athir dice que los musulmanes hicieron una gran matanza entre los atacantes. El sucesor de Ismail, Lubb Ibn Muhammad atacó Barcelona unos años después y Wifredo moriría en la lucha el 11 de agosto de 897. Sus restos reposan en el Monasterio de Ripoll.
La sucesión
La prueba más clara de la descomposición del poder real en el reino franco fue la transmisión hereditaria de los condados, práctica iniciada en 895: muerto Miró el Viejo, su condado de Rosellón pasó, sin ninguna clase de intervención del rey Odón, a Suniario II de Ampurias, en tanto que el de Conflent fue para Wifredo el Velloso, conde de Osona desde 885 sin haber recibido la investidura real de este condado. Así pues, los reyes perdieron la facultad, que habían tenido en el siglo IX, de nombrar y destituir a los condes, los cuales, por ello, dejaron de ser unos delegados del monarca para convertirse en pequeños soberanos de sus dominios.
La transmisión hereditaria de los condados fue una reacción a la falta de autoridad efectiva del rey sobre el territorio, que convirtió un cargo público en patrimonio familiar; de aquí que a finales del siglo IX no se hubiera establecido un criterio por determinar cómo se tenía que llevar a término la sucesión. Por esto, a la muerte de Wifredo el Velloso (897), en un primer momento, sus hijos —Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo y Suniario— optaron por gobernar conjuntamente todos los dominios de su padre y administrarlos con preeminencia del primogénito, Wifredo Borrell, primus inter pares. Pero pronto, cuando cada uno de los condes cogobernantes tuvo descendencia, hizo falta abandonar la idea de herencia conjunta y, entonces, cada hijo transmitió individualmente a sus herederos la parte del conjunto condal que gobernaba: Wifredo Borrell, junto con Suniario, Barcelona, Gerona y Osona; Sunifredo, Urgel; y Miró, Cerdaña, Conflent y Berga.
Cabe añadir que este proceso no fue en modo alguno una excepción específica de la llamada Marca Hispánica, sino un proceso generalizado en el Imperio franco en este período histórico. En este sentido, A. Lewis afirma: "En resumen, las guerras civiles y las invasiones debilitaron el imperfecto sistema de control centralizado que los carolingios habían establecido en el sur de Francia y la Marca Hispánica. Circunstancias especiales, de las que la más importante fue la brevedad de los reinados de los sucesores de Carlos el Calvo y la ascensión del rey Eudes, permitió a los condes gobernantes en el Midi y Cataluña establecer sus familias como herederas e independientes de hecho de la autoridad real. No obstante, a menudo no fue el resultado de una situación repentina y revolucionaria, sino la culminación de una evolución gradual de la autoridad que, para la mayoría de estas familias, duró varias décadas."7
Descendencia
Wifredo se casó en 877 con Guinidilda de Ampurias. Se sabe que tuvieron al menos 9 hijos:
Wifredo II Borrell de Barcelona (874-911), conde de Barcelona, Gerona y Osona.
Miró II de Cerdaña (878-927), conde de Besalú y Cerdaña.
Emma de Barcelona (880-942), abadadesa de San Juan de las Abadesas.
Sunifredo II de Urgel (880-948), conde de Urgel, casado con Adelaida de Barcelona.
Radulfo de Barcelona (885-940), Obispo de Urgel y abad de Ripoll.
Suniario I de Barcelona (890-950), conde de Barcelona, Gerona y Osona, casado con Riquilda de Tolosa, hija de Armengol, conde de Rouergue (Condes de Toulouse).
Ermessenda de Barcelona (-925).
Cixilona de Barcelona (-945), abadesa del monasterio de Santa Maria del Camino fundado por su hermana Emma.
Riquilda de Barcelona.
Guinidilda de Barcelona (897-923) esposa de Ramón II de Tolosa.
La visión mítica de Wifredo
La idea de que Wifredo el Velloso fue el artífice no ya de la independencia de los condados catalanes, sino del nacimiento de Cataluña fue popularizada durante la Renaixença por el dramaturgo Serafí Pitarra, con su frase Fills de Guifré el Pilós, això vol dir catalans (Hijos de Wifredo el Velloso, esto quiere decir catalanes).
Los orígenes de esta visión, que junto al Wifredo histórico —un magnate del Imperio Carolingio que aprovechó el colapso del poder real para construirse un dominio propio— ha hecho surgir un Wifredo mítico —creador de Cataluña y, pues, padre de la patria catalana— tiene origen en la Gesta comitum barchinonensium, escrita en el siglo XII por los monjes de Ripoll. En esta obra, para justificar el inicio, a finales del siglo IX, de la transmisión hereditaria de los condados, se sobredimensionó la figura de Wifredo el Velloso, inicio de la Casa de Barcelona, haciendo de él un héroe que, con su esfuerzo, luchando decididamente contra los musulmanes y los francos, consiguió la independencia de sus condados.
Aun así, hace falta reconocer la importancia histórica de Wifredo. Como afirma Ferran Soldevila, si un personaje histórico es exaltado por la leyenda, es que de verdad fue grande y así, podría añadirse, nunca nadie hará un héroe de leyenda de un gobernante inepto y mediocre como fue, por ejemplo, el conde de Barcelona Berenguer Ramón I (1017-1035), tataranieto del Velloso, al contrario que otras grandes figuras de la estirpe como, por ejemplo, Jaime I (1213-1276). Ahora bien, la relevancia histórica de Wifredo se basa tanto en su habilidad para situarse políticamente en un momento crucial, como fue la crisis del Imperio Carolingio, un terreno bastante resbaladizo donde otros más ambiciosos que él —caso de Bernardo de Gothia— fracasaron, mientras que los sucesores de Wifredo lograron los cargos de conde por simple transmisión familiar, como la capacidad de favorecer la repoblación del área central de los condados estructurando el condado de Osona y el obispado de Vich, hechos capitales para la futura vertebración de Cataluña.
A Wifredo, como parte de la visión de que fue el creador originario de Cataluña, se le atribuye también el origen de la bandera de las cuatro barras. Esta leyenda tiene su origen, según Martín de Riquer, en el historiador valenciano Pere Antoni Beuter, quien la incluyó en 1555 en su obra Crónica general de España, inspirándose en una crónica castellana de 1492.8 El texto de Beuter dice así:
...pidió el conde Iofre Valeroso al emperador Loís que le diesse armas que pudiesse traher en el escudo, que llevava dorado sin ninguna divisa. Y el emperador, viendo que havía sido en aquella batalla tan valeroso que, con muchas llagas que recibiera, hiziera maravillas en armas, llegóse a él, y mojóse la mano derecha de la sangre que le salía al conde, y passó los quatro dedos ansí ensangrentados encima del escudo dorado, de alto a baxo, haziendo quatro rayas de sangre, y dixo: "Éstas serán vuestras armas, conde." Y de allí tomó las quatro rayas, o bandas, de sangre en el campo dorado, que son las armas de Cathaluña, que agora dezimos de Aragón.9
Fue revivida, entre otros, por el escritor español Pablo Piferrer (1818-1848), reconocido como el gran recopilador de las leyendas catalanas tradicionales.
En términos estrictamente históricos, el escudo de las cuatro barras lo empezó a utilizar el conde Ramón Berenguer III, así lo prueban sus sellos condales, y de el a Ramón Berenguer IV y tras la unión dinástica del condado de Barcelona con el reino de Aragón, se convierte en el símbolo oficial del linaje a partir de su hijo, el rey Alfonso II de Aragón.
- Wifredo el Velloso (also known as Wilfredo, Vilfredo, Guifredo or Guilfredo; in Catalan, "Guifré el Pilós") (840-897), son of Sunifredo de Urgel, was count of Urgel and de la Cerdaña (868 / 70-897 ), Barcelona and Gerona (878-897) and Osona (886-897) de facto, although de jure it was not until 878.
Wifredo belonged to a Hispanogodo lineage from the vicinity of Prades, in the county of Conflent, currently in French Roussillon. Count of Urgel and Cerdaña in 870, received in 878 the counties of Barcelona, Gerona and Besalú from the Carolingian kings. His government coincided with a period of crisis that led to the fragmentation of the Carolingian Empire into feudal principalities.
Wifredo was the last count of Barcelona appointed by the Frankish monarchy and the first to bequeath his estates to his children. Thereafter, counties were passed on by inheritance and Frankish kings simply sanctioned the transmission. In this way, the patrimonial base of the Barcelona county house is created.
To the figure of Wifredo must be attributed the de facto independence of the Catalan counties with respect to the Frankish kingdom and the creation of an extensive patrimonial base. One of his most relevant actions was the repopulation of the Vich plain (878-881), an extensive no-man's-land located between the Carolingian and Muslim domains, which later became the County of Osona. There he founded the monasteries of Ripoll and San Juan de las Abadesas, and restored the bishopric of Vich.
Family origins
Legend makes him the son of Count Wifredo de Ria, 1 knight of the homonymous town, located near Prades in Conflent county, one of the counties of Septimania under Frankish sovereignty, and avenger of the murder of his father by the count Solomon, whom Wifred the Hairy supposedly killed.
From the studies of the Benedictine monks Dom De Vic and Dom Vaissete, authors of the Histoire générale de Languedoc, 2 it is considered that Wifredo was actually the son of Sunifredo de Urgel, a Hispano-Godo nobleman, named Count of Urgel and Cerdaña in 834 by the Emperor Louis the Pious, and from Barcelona, Gerona, Narbonne, Nimes, Agde, Besiers and Magalona in 844 by the Frankish King Carlos the Bald.
From the studies of Ramón de Abadal, some authors consider Wifredo a member of the Bellónid lineage, since, according to Abadal, 3 Sunifredo was the son of Bellón I of Carcassonne, who would have been the first count of Carcassonne in the time of Charlemagne. Other authors, on the other hand, defend the hypothesis that he was descended from Bellón through his mother's way, while through his father's way he was descended from Count Borrell de Osona.4
In the dynastic struggles that arose in the Frankish Empire after the death of Louis the Pious (840) and the Treaty of Verdun (842-843), Count Bernardo de Septimania, Count of Barcelona and Gerona (825-832 and 835-844) , Narbonne, Besiers, Agde, Magalona and Nimes (828-832 and 835-844) and Tolosa (835-844) will align with Pepin II of Aquitaine, while the Bellónids remained faithful to Carlos the Bald. In 844, after having seized Tolosa, Carlos captured Bernardo and had him executed. In reward for loyalty to the crown, after the execution of Bernardo, Carlos el Calvo granted the counties of Barcelona, Gerona, Narbonne, Nimes, Agde, Besiers and Magalona to Sunifredo de Urgel and Cerdanya.
However, in 848, Guillermo de Tolosa, son of Bernardo de Septimania, named count of Barcelona by Pipino II, seized this county and that of Ampurias. It is probable that the Counts Sunifredo de Urgel-Cerdaña-Barcelona and Suniario I of Ampurias, who had remained loyal to Carlos el Calvo, died in these struggles.5
The county endowments
The investiture, by Carlos el Calvo in 870, of Wifredo el Velloso as Count of Urgel y Cerdaña and of his brother Miró for the count of Conflent are part of the resumption of the Bellónidas, which began in 862 with the appointment of the brothers Delá and Suñer II, sons of Suñer I of Ampurias and Rosellón and first cousins of Wifredo and Miró, as counts of Ampurias.
In June 870, at the assembly of Attigny, and after Count Salomón de Urgel, Cerdaña and Conflent died, the young Wifredo received these honors from King Carlos el Balvo. The Conflent gave it to his brother Miró (known as Miró the Elder).
Rebel Bernardo de Gothia, count of Barcelona, Roussillon, Narbonne, Agde, Besiers, Magalona and Nimes, against Carlos the Bald, Wifredo the Hairy, helped by his brothers Miró de Conflent and Sunifredo (later Abbot of Arles), and by the viscount of Narbona Lindoí, who sided with Carlos and after that of his son, Luis the Stutterer, advanced through the Septimania where they eliminated by force the nobles faithful to Bernardo (such as Bishop Sigebuto of Narbona), and expelled from their churches to priests who were not supporters. This must have happened at the beginning of the year 878, perhaps in March and April. Bernardo's rebellion collapsed. In August, the Council of Troyes, chaired by Pope John VIII and King Louis the Stutterer, made religious and political decisions. Wifredo el Velloso de Urgel and Cerdaña, Miró de Conflent, Suñer II of Ampurias and Oliba II of Carcassonne would be present at this council as political personalities, and the bishops of Elna, Gerona, Barcelona and Urgel as main ecclesiastical personalities of Gothia. On September 11, 878 Bernardo was declared stripped of his honors, which would be distributed. In the cast, Wifredo el Velloso was invested count of Barcelona, Osona, Gerona and Besalú. The counties of Narbonne, Besiers and Agde, until then linked to that of Barcelona, are separated. His brother Miró de Conflent received the county of Roussillon. Wifredo ceded the administration of Besalú to his brother Radulfo (878-920). Sunifredo will be abbot of Arles and Riculfo bishop of Elna.
The intervention in Osona
After the investiture of 878, the dominions of Wifredo included both the mountainous area - Urgel and Cerdaña - as well as the maritime area - Barcelona and Gerona. Throughout the 9th century, except for the brief period of Sunifredo (844-848), Wifredo's father, as Count of Urgel, Cerdaña, Barcelona, Gerona and Narbonne, these two areas had been kept separate, always ruled by different counts. . In large part, because the central empty space configured by the current regions of Ripollés, Valle de Lord, Bergadá, Llusanés, La Plana de Vic, Moyanés, Las Guillerías and Bages, a territory depopulated as a result of the disorders, prevented communication between them. of the Aizon uprising.
In this empty area, a strong stream of immigration from the Pyrenean regions - Pallars, Urgel and Cerdaña - is recorded at the end of the 9th century. After almost two centuries, from the beginning of the crisis of the Visigothic monarchy until the end of the Carolingian power, of having welcomed those who left the plains because of the risks of political instability, now the high mountain lands had come to suffer from overpopulation. Because of this, many people had no choice but to try to settle in the lowlands.
Faced with this situation, Wifredo el Velloso, whose counties surrounded this entire area of new population, intervened in the area to channel colonization. It names veguers to delimit the colonization areas and the settlement nuclei, as well as integrating this territory within the county structures. At first, when the characteristics and situation of the area allowed it, Wifredo annexed the repopulated areas to an existing county: Vall de Lord was included within the county of Urgel, and the pagus de Berga - the current Bergadá - in the county of Cerdanya. Now, the central region of Ripollés, Plana de Vic, Llusanés and Las Guillerías formed a territory traditionally structured around the city of Ausona with its own ethnic tradition - it was the ancient country of the Ausetans. For this reason, Wifredo created his own district, the county of Osona, where the lands of Moianés and Bages were also included, which, despite having a traditional nucleus - the city of Manresa - and also a historical personality derived from having been The country of the Lacetans, due to its location on the front line of the border with Islam and its sparse population, did not have enough entity to structure a specific demarcation; hence the merely geographical and never legal value of the expression Manresa county, frequent in documents. To the new county of Osona, Wifredo, having reserved the position of count, in 885 appoints a viscount, with the mission of exercising county functions in the absence of the count.
On the ecclesiastical aspect, it was necessary to integrate the network of parishes, often erected by the colonists themselves, within the episcopal hierarchy. As a result of their geographical proximity, the parishes of Bergadá and those of Vall de Lord were included within the diocese of Urgel. However, in the central area it was necessary to restore the bishopric of Osona (Ausona), a city destroyed by the Muslim invasion of the 8th century. In 886, Wifredo the Hairy obtained from the Archbishop of Narbonne, Metropolitan of the South-Pyrenean bishoprics, the reestablishment of the diocese and the episcopal consecration of Archpriest Gotmar. The new bishop had the new cathedral erected outside the Ausona enclosure - an abandoned city in ruins, due to the destruction caused first by the Muslims and, later, by the Aizon uprising - and placed it in a new population center, next to the old city, a neighborhood (vicus in Latin), origin of the current Vich.
Within the ecclesiastical reorganization of the new region, Wifredo founded the monasteries of Santa María de Ripoll (880) and San Juan de las Abadesas (885), endowed not only with land but also with public rights and legal privileges. Thus, Ripoll received the benefits of the royal services owed by the inhabitants of Estiula and Ordina, of the Ter and Freser fisheries, as well as a third of the market tax, and, in addition, the monastery was declared exempt from jurisdiction. of the county courts in matters of homicides, kidnappings and other crimes, while the monks were recognized the right to freely choose their abbot according to the rule of San Benito. The monastery -feminine- of San Juan received, in addition to large estates, the castle of Montgrony with its district and its church. For her part, in 899, Emma, daughter of Wifredo el Velloso, named abbess of San Juan at the request of her father, obtained from King Carlos the Simple a privilege of immunity from the government of the counts for the abbess and the monastery, positions under exclusive royal jurisdiction; and in 913, to oblige, by virtue of a judicial sentence, the inhabitants of the Sant Joan valley to recognize the monastic property on the lands they occupied. Emma, after having won a lawsuit against her brother, Count Miró de Cerdaña, managed to assert abbatial jurisdiction, excluding the surrounding settlers from rendering royal services to the count.
The crisis of the Carolingian monarchy
With the death of Louis the Stutterer (879), the Frankish kingdom is divided between his sons, the two minors: Louis III received Neustria, Austrasia and Lorena, while Carloman received Burgundy, Aquitaine, Septimania and the southern Pyrenean counties.
The power vacuum caused by this succession is aggravated by the successive deaths of Louis III (882) and Carloman (884). Due to the difficult moments that the kingdom was going through due to the continuous attacks of the Normans against the Atlantic coasts, it was ruled out to enthrone Carlos the Simple - posthumous son of Luis the Stutterer, only five years old - and, therefore, to seek a monarch capable of dealing with Scandinavian invaders. At the Ponthion assembly (885) the Frankish magnates chose to offer the crown to the son of Louis the Germanic, Charles the Fat, king of Germania crowned emperor by the Pope in 881. The entire Carolingian territory was, therefore, again under the dominion of a single sovereign.
Even so, Carlos the Fat immediately showed that he did not have the mettle of his grandfather Luis the Pious or, even less, that of his great-grandfather: before the siege in Paris by the Normans between November 885 and October 886, Carlos was only able to to buy the retreat in exchange for paying them a tribute. Furthermore, in eastern France, he was also unable to dominate the revolts in Franconia, Saxony, Thuringia, Bavaria and Swabia. For all this, in 887 Carlos was dethroned.
After the death of Carlos el Gordo (888), which occurred in the midst of indifference and general oblivion, the Carolingian system was heading towards its disappearance. In eastern France, the dynasty seemed to have some continuity with Charles's nephew Arnulfo, Illigitimateate son of Carloman of Bavaria, proclaimed King of Germany in 887, in revolt against his uncle, and, despite his bastard status, crowned Emperor by the Pope in 896. However, on the death of Louis the Child (899-911), son and successor of Arnulf of Germania, the German nobles elected Conrad, Duke of Franconia, king, alien to the Carolingian dynasty which He never reigned again in Germany. For its part, in Italy, the dethronement of Charles the Fat (887) initiated a process of struggles between the magnates, who also managed to turn the Papacy into an instrument of their purposes, imposing servile pontiffs of low moral status. Finally, in western France, the persistence, due to the shameful capitulation of Charles the Fat, of the Norman attacks raised again the need to find a monarch with the skills of a warlord. In 888, again ignoring the possible rights of Charles the Simple, the nobles elected Eudes, Count of Paris, who did not belong to the Carolingian stock, thus breaking the principle of legitimacy.
The Counts of the Hispanic Brand and the Carolingian Crisis
Following the tradition of the counts of Visigothic descent6 —Wifredo el Velloso, Miró de Rosellón-Conflent and the counts of Ampurias Dela and Suñer II— maintained their loyalty to the Carolingian monarchs Carloman (879-884) and Carlos el Gordo (885- 888), as witnessed by the visit to the royal court of 881 carried out by the Catalan hierarchs to request privileges, and the precept granted in 886 by Carlos el Gordo to Teotario, bishop of Gerona. However, this loyalty of the counts of the Marca takes, after the death of Luis the Stutterer, a passive character. The counts, although they never rose against the Carolingian kings, avoided getting involved in the kingdom's struggles. In 879, Luis III and Carloman marched against Bosón, self-proclaimed king of Provence, exclusive title of the descendants of Charlemagne. The counts declared themselves in favor of Carloman but did not join the expedition, an attitude quite different from the determined and firm action, only two years ago, of Wifredo and Miró in Septimania against the followers of Bernardo de Gothia. Likewise, the south-Pyrenean hierarchs did not attend the Ponthion assembly (885) since, for them, the Norman attacks represented an alien and distant issue.
For all this, the counts of the Hispanic Brand rejected, at first, the intruding king Odón (888-898) but they did not rise up against the usurper in defense of the rights of the Carolingian Carlos the Simple. In turn Odon, absorbed by the struggles against the Normans, could not carry out any political action in the south of the kingdom, even though, in the end, there was a certain rapprochement of the counts towards this king, due to the ecclesiastical crisis motivated for the irregular action of the priest Esclua.
In 886, taking advantage of the absence of Archbishop Teodardo de Narbona, the cleric Esclua went to Gascony and was consecrated bishop of Urgel, the diocese from where, at the instigation of Count Ramón I de Pallars-Ribagorza and with the tacit approval of Wifredo el Velloso, Count of Urgel, expels the titular bishop Ingoberto. The situation is complicated, when Esclua tries to proclaim himself metropolitan of Tarragona, thus removing the Hispanic Carolingian dioceses from the obedience of Narbonne. With this status as metropolitan, the intruding bishop of Urgel intervened in the dispute created in 887, when the counts Dela and Suñer II of Ampurias rejected Servus Dei, a cleric consecrated bishop of Gerona by the metropolitan Teodardo de Narbona, according to Wifredo el Downy. Acceding to the requests of the Empurian counts, Esclua consecrated, with the collaboration of the bishops of Barcelona and Vich, a new bishop of Gerona in the person of Eremir. In 889 Servus Dei had to take refuge in the Banyoles monastery. On the other hand, in 888, Esclua rewarded Ramón I (he owed him his access to the see of Urgel) with the erection of the bishopric of Pallars, while, to secure the support of Suñer and Dela, he prepared to reestablish the old seat of Ampurias, existing until the Muslim invasion.
If at first, Wifredo el Velloso tolerated Ingoberto's dethronement — it seems that there was not a very good relationship between them — now, due to his friendship with Teodardo de Narbona, he could not admit the metropolitan pretensions of Esclua. In addition, due to the interest of the counts in the existence of episcopal sees in their domains, to control them by placing close relatives or negotiating the concession in exchange for political or economic compensation (hence the actions of Ramón I and Dela y Suñer II in all this matter), Wifredo could not allow the election of new bishoprics - Pallars and Ampurias - constituted by cutting the territory of dioceses located in his counties of Urgel and Gerona. For all this, now Wifredo declares himself against Esclua and in favor of Teodardo and the dismissed bishops, Ingoberto and Servus Dei.
Faced with this situation, the counts of Ampurias thought it appropriate to approach Odo and recognize him as king even if he was an intruder. In 889 Count Suñer II and Bishop Eremir went to Orleans, to the court of Odón and obtained some precepts that, in the county of Osona, included a series of royal donations in favor of the bishopric clearly damaging to Wifredo the Hairy. Strengthened, then, by this royal approval, Suñer and Dela occupied the county of Gerona, calculating that Odon could grant them the investiture. In these circumstances, Teotardo also decided to approach Odo, from whom he obtained a precept of royal protection for the Archdiocese of Narbonne. Taking advantage of the reconciliation of Bishop Gotmar of Vich with Wifredo, Teotardo was able to convene, in 890, in Port - a town near Nimes - a council with the assistance of the metropolitan archbishops of Arles, Aix-en-Provence, Embrun, Apt and Marseille as also of the holders of suffragan dioceses of Narbonne: Nimes, Carcassonne, Albi, Uzès, Magalona, Agda, Besiers, Tolosa, Lodève, Elna and Vich. In this council, where a condemnation of the usurpations of Urgel and Gerona was formulated, Bishop Gotmar de Vich declares that he regretted having collaborated with Frodoí of Barcelona and Esclua in the anti-canonical consecration of Eremir, and obtained the pardon of the council fathers, with the commission to communicate the synodical resolutions to Suñer II of Ampurias.
The ecclesiastical crisis was definitively closed with a new synod in Urgel (892) where Esclua and Eremir, forced to appear, would be formally dispossessed of the sees they occupied, which were restored to their legitimate holders. Bishop Frodoí of Barcelona kept the miter only because he obtained the pardon of Archbishop Teotardo. Of the whole affair, only the bishopric of Pallars survived temporarily. In 911 it was recognized that this diocese would subsist only in the lifetime of its owner Adolfo. Even so, Atón, son of Count Ramón I, succeeded Adolfo and ruled the bishopric until his death in 949. At that time, the Pallar diocese was extinguished and its parishes were reintegrated into the bishopric of Urgel.
The Esclua affair is a testimony to the loss of control of the situation in the southern regions of the kingdom by the Frankish monarchy at the end of the 9th century. On the one hand, in the south of the Pyrenees, the only counts who recognized Odón as king were those of Ampurias and nothing else because of their interest in affirming Eremir's situation as bishop of Gerona. Wifredo el Velloso, Mirón de Rosellón-Conflent and Ramón I de Pallars did not make any act of compliance with this monarch, hence they never received any royal precept. They therefore allowed themselves to maintain an attitude of rejection towards a sovereign whom they considered Illigitimateate. On the other hand, throughout this crisis, the monarchs - both the Carolingian Carlos el Gordo (885-888) and the intruder Odón (888-898) - maintained a passive attitude, inconceivable in the times of Luis the Stutterer and his predecessors - Carlos the Bald, Louis the Pious, Charlemagne and Pepin the Short. These sovereigns, had they encountered a matter of this nature, would have acted energetically by sending a commission of missi dominici to solve the problem. On the other hand, Carlos el Gordo did not take any action before the depositions against the right of Ingoberto de Urgel (886) and Servus Dei de Gerona (887), and, in turn, Odón maintained an incoherent attitude, granting privileges first to Eremir (889) and, later, his rival Teotardo (890). For Odón, granting privileges to everyone who came to his court was a means to be recognized as king, and not an action aimed at solving the crisis, overcome, therefore, thanks to the actions not so much of the monarch but of the ecclesiastical and civil powers of the region through the provincial councils of Port (890) and Urgel (892) where the absence of delegates of the sovereign allowed the dethronement of Eremir, as well as the royal precepts that he had obtained in 889.
The death of Wifredo
Around 883 or 884 the Muslims felt threatened by the expansion of Wifredo el Velloso, who established positions (Cardona for example) in Osona, in Bergadá and in the Lord Valley (and some outposts in the Cervelló Valley in the south of the Llobregat river). The border of the county passed to the north of Solsona surely by Besora, Tantallatge and Correà; that of Berga, by Sorba, Gargalla and Serrateix; and that of Osona, by Cardona, Manresa and Montserrat. For all these reasons, the city of Lleida was fortified by the Banu Qasi. Wifredo saw this as a provocation and attacked the city ruled by the valí (governor) of the Banu Qasi family, Ismail ibn Musa. The attack did not go well. The historian Ibn al-Athir says that the Muslims made a great slaughter among the attackers. Ismail's successor, Lubb Ibn Muhammad, attacked Barcelona a few years later and Wifredo died in the fight on August 11, 897. His remains rest in the Ripoll Monastery.
The succession
The clearest proof of the decomposition of royal power in the Frankish kingdom was the hereditary transmission of the counties, a practice that began in 895: when Miró the Elder died, his county of Roussillon passed, without any kind of intervention from King Odon, to Suniary II. of Ampurias, while that of Conflent went to Wifredo the Hairy, count of Osona since 885 without having received the royal investiture of this county. Thus, the kings lost the faculty, which they had had in the 9th century, to appoint and dismiss the counts, who, therefore, ceased to be delegates of the monarch to become small sovereigns of their domains.
The hereditary transmission of the counties was a reaction to the lack of effective authority of the king over the territory, which turned a public office into family patrimony; hence, at the end of the ninth century, no criteria had been established to determine how the succession had to be carried out. For this reason, upon the death of Wifredo el Velloso (897), at first, his sons —Wifredo Borrell, Miró, Sunifredo and Suniario— chose to jointly govern all their father's domains and administer them with preeminence of the first-born, Wifredo Borrell , primus inter pares. But soon, when each of the co-ruling counts had offspring, it was necessary to abandon the idea of joint inheritance and, then, each son transmitted individually to his heirs the part of the county group that he governed: Wifredo Borrell, together with Suniario, Barcelona, Gerona and Osona; Sunifredo, Urgel; and Miró, Cerdaña, Conflent and Berga.
It should be added that this process was by no means a specific exception of the so-called Hispanic Mark, but rather a generalized process in the Frankish Empire in this historical period. In this sense, A. Lewis states: "In summary, civil wars and invasions weakened the imperfect system of centralized control that the Carolingians had established in southern France and the Hispanic Brand. Special circumstances, of which the most important It was the short reigns of the successors of Charles the Bald and the ascension of King Eudes that allowed the ruling counts in the Midi and Catalonia to establish their families as heirs and de facto independent of the royal authority. it was the result of a sudden and revolutionary situation, but the culmination of a gradual evolution of authority that, for most of these families, lasted several decades. "7
Offspring
Wifredo married Guinidilda de Ampurias in 877. It is known that they had at least 9 children:
Wifredo II Borrell of Barcelona (874-911), count of Barcelona, Gerona and Osona.
Miró II of Cerdaña (878-927), count of Besalú and Cerdaña.
Emma de Barcelona (880-942), abbot of San Juan de las Abadesas.
Sunifredo II de Urgel (880 -948), count of Urgel, married to Adelaida de Barcelona.
Radulfo de Barcelona (885-940), Bishop of Urgel and abbot of Ripoll.
Suniario I of Barcelona (890-950), count of Barcelona, Gerona and Osona, married to Riquilda de Tolosa, daughter of Armengol, count of Rouergue (Counts of Toulouse).
Ermessenda of Barcelona ( -925).
Cixilona de Barcelona ( -945), abbess of the monastery of Santa Maria del Camino founded by her sister Emma.
Riquilda from Barcelona.
Guinidilda de Barcelona (897-923) wife of Ramón II de Tolosa.
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